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Lección 7 – Bienaventurados los que creen – Sábado 16 de Noviembre 2024 (4to Trimestre)

Apóyenos para sacar mas contenido.

Bienaventurados los que creen
Lee para el estudio de esta semana; 19 : 4-22 ; 20:19
Juan 8:54-58; Génesis 12:3; Romanos 4:1-5; Juan 12:1-8; 19:4-22; 20:19-31; Daniel 2, 7.

Para memorizar
“Jesús le dijo: ‘Porque me has visto, Tomás, creíste. ¡Dichosos los que no vieron y creyeron!’” (Juan 20:29).

A lo largo de su Evangelio, Juan presenta una diversidad de personas con diferentes antecedentes, creencias y experiencias que dan testimonio de quién era Jesús.

“¡Este es el Cordero de Dios!” (Juan 1:36). “Hemos hallado al Mesías” (Juan 1:41). “Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés” (Juan 1:45). “¡Rabí! ¡Tú eres el Hijo de Dios, el Rey de Israel!” (Juan 1:49). “¿No será el Cristo?” (Juan 4:29). “Nosotros mismos lo hemos oído, y sabemos que en verdad este es el Salvador del mundo” (Juan 4:42). “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6:68). “Yo era ciego y ahora veo” (Juan 9:25). “Yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo” (Juan 11:27). “¡Aquí está su rey!” (Juan 19:14). “Yo no hallo delito en él” (Juan 19:6). “¡Señor mío y Dios mío!” (Juan 20:28).

¿Quiénes eran algunas de estas personas y por qué dieron testimonio acerca de la identidad de Jesús?


Domingo, 10 de noviembre
Remontándonos a Abraham

Jesús no tuvo reparos en declarar quién era, ni tampoco en llamar a testigos para que dieran testimonio de su identidad, incluso a testigos que habían desaparecido hacía mucho tiempo, como Abraham: “Abraham, el padre de ustedes, se gozó en que vería mi día. Y lo vio, y se gozó” (Juan 8:56).

Jesús no tuvo reparos en decir quién era entonces, porque sabía por el testimonio de las Escrituras que él era el Cristo. No era ninguna petulancia de su parte decir que era el Mesías, porque el hecho de predicar la verdad, ya de por sí, daba testimonio de él (Juan 5:39). Así como ahora, cuando predicamos el evangelio de la verdad presente, el solo hecho de anunciarla da testimonio de que somos el pueblo verdadero y testifica que tenemos la verdad. Por eso nos atrevemos a decir que somos el pueblo verdadero, porque la verdad testifica de nosotros.

¿Por qué fue el testimonio de Abraham tan importante como para ser incluido en el Evangelio de Juan?
Génesis 12:3; 18:16-18; 26:4; Mateo 1:1; Hechos 3:25.

“Mediante símbolos y promesas, Dios ‘evangelizó antes a Abraham’ (Gál. 3:8). Y la fe del patriarca se fijó en el Redentor que había de venir. … El carnero ofrecido en lugar de Isaac representaba al Hijo de Dios, que había de ser sacrificado en nuestro lugar.” (Elena de White, Patriarcas y profetas, p. 132).

Cuando Jesús dijo: “Abraham, el padre de ustedes, se gozó en que vería mi día. Y lo vio, y se gozó” (Juan 8:56), estaba hablando en forma profética de que Abraham vio el símbolo del Mesías. Pero como los dirigentes no gustaban de la profecía, no querían que Jesús convenciera con estas palabras a sus oyentes, y respondieron algo que Jesús no estaba diciendo: “¿Aún no tienes cincuenta años, y has visto a Abraham?” (Juan 8:57). Jesús no dijo que él había visto a Abraham, sino que Abraham lo vio a él. Sin embargo, Jesús les contestó aún a esto: “Les aseguro: Antes que Abraham existiera, yo soy” (Juan 8:58). Es decir, desde antes de Abraham ya se conocía de mí. Quiere decir que ya estaba yo destinado para ser el sacrificio, y esto solo se dice del Hijo de Dios que habría de venir. Así que: YO SOY. Estas palabras fueron utilizadas por el mismo Dios —que era Jesús— cuando habló con Moisés: “YO SOY”.

Jesús estaba dando una evidencia profética de que él era Dios. Después de que les dejó en claro quién era, dijo “Yo soy”. Pero ellos no dieron importancia a lo que les dijo antes, sino solamente a esa frase. Lo hicieron porque no querían las profecías; es decir, no querían aceptarlo y prefirieron rechazarlo. Entonces tomaron piedras para apedrearlo (Juan 8:59). Estos actos los hacían para crear una reacción de rechazo hacia Jesús. Eran muy astutos; no dieron tiempo a Jesús para aclarar todo.

Lee Romanos 4:1-5

Pablo también menciona a Abraham para enseñar la gran verdad de la salvación por medio de la fe, que sin hacer penitencias ni sacrificios, sino por obedecer los mandamientos de Dios, lleva al reino celestial. Es decir, que Abraham no halló la justificación por medio de la circuncisión o la carne, sino por la fe que obra por el amor, la misma que repite Santiago: que la fe sin obras es muerta en sí misma (Santiago 2:17-19).


Lunes, 11 de noviembre
El testimonio de María

Seis días antes de la Pascua, Jesús fue a visitar a María, Marta y su hermano Lázaro, a quien Jesús había resucitado. Simón, que había sido curado de la lepra, celebraba una fiesta en agradecimiento por lo que Jesús había hecho por él. Marta servía, y Lázaro estaba sentado a la mesa con los invitados (Juan 12:1-8).

¿Qué significado tenían aquí las acciones de María?
Juan 12:1-3

María actuaba por su fe en las palabras de Jesús. Él había dicho que sería crucificado, y ella creyó; por eso compró el perfume para ungirle.

“Ella había oído hablar a Jesús de su próxima muerte, y en su profundo amor y tristeza había anhelado honrarle. A costa de gran sacrificio personal, había adquirido un vaso de alabastro de ‘nardo líquido de mucho precio’ para ungir su cuerpo. Pero muchos declaraban ahora que él estaba a punto de ser coronado rey. Su pena se convirtió en gozo, y ansiaba ser la primera en honrar a su Señor. Quebrando el vaso de ungüento, derramó su contenido sobre la cabeza y los pies de Jesús, y llorando, postrada, le humedecía los pies con sus lágrimas y se los secaba con su larga y flotante cabellera.” (El Deseado de todas las gentes, p. 512).

Jesús conocía los pensamientos de María y sabía por qué lo hacía, y por eso dijo: “Para mi sepultura lo ha hecho”. No lo dijo por decir.

Inmediatamente, Judas se escandalizó del acto de María y reclamó que esta ofrenda debía ser para los pobres, como si le correspondiera supervisarla. En realidad, no pensaba en los pobres, como bien lo explica Juan, sino porque era ladrón (Juan 12:6). En otras palabras, el pobre era él. Aquellos que, cuando ven que el dinero se entrega para el evangelio, para que se cumpla la misión del Señor y el cuerpo de Cristo sea bendecido, se hacen pasar por preocupados por las obras sociales y benefactoras, son como Judas: ladrones en la iglesia. Las buenas obras tienen su lugar en esta obra, pero las ofrendas del templo, que son para el evangelio, no tienen por qué ser usadas como fondo para los pobres. Ahora se necesitan las ofrendas para la obra de Dios. Nos dice el Espíritu de Profecía:

“El don fragante que María había pensado prodigar al cuerpo muerto del Salvador, lo derramó sobre él en vida. En el entierro, su dulzura solo hubiese llenado la tumba, pero ahora llenó su corazón con la seguridad de su fe y amor. José de Arimatea y Nicodemo no ofrecieron su don de amor a Jesús durante su vida. Con lágrimas amargas, trajeron sus costosas especias para su cuerpo rígido e inconsciente. Las mujeres que llevaron sustancias aromáticas a la tumba hallaron que su diligencia era vana, porque él había resucitado. Pero María, al derramar su ofrenda sobre el Salvador, mientras él era consciente de su devoción, le ungió para la sepultura. Y cuando él penetró en las tinieblas de su gran prueba, llevó consigo el recuerdo de aquel acto, anticipo del amor que le tributarían para siempre aquellos que redimiera” (El Deseado de todas las gentes, p. 528).

Así, muchos esperarán hasta que sea tarde, cuando el evangelio se haya terminado y otros ya hayan sido salvos, como con la ley dominical o el fin de la gracia.

Jesús sabía lo que había en el corazón de María y en el de Judas. También sabe lo que hay en el nuestro.
¿Qué debería decirnos esto acerca de nuestra necesidad de Cristo como nuestra justicia, tanto imputada (perdón del pecado) como impartida (¿es decir, por la obediencia a su Palabra?)?

Martes, noviembre 12
El testimonio involuntario de Pilato

Juan registra una y otra vez los intentos de los líderes religiosos de silenciar a Jesús, apresándolo, llevándolo a juicio y sentenciándolo a muerte. Un tema característico del Evangelio de Juan, expuesto a menudo por Jesús, es que aún no había llegado su tiempo o su hora; es decir, el momento de su crucifixión (Juan 2:4; 7:6, 8, 30; 12:7, 23, 27; 13:1; 17:1).

Esto Jesús lo sabía porque seguía el reloj profético. Él sabía que debía ser crucificado en tiempo de Pascua, al tercer año de su ministerio, por las profecías que lo señalaban. En los símbolos, la Pascua era el tiempo del sacrificio de liberación (Éxodo 12), y Daniel declaró que el Mesías sería asesinado a la mitad de la última semana profética de las setenta (Daniel 9:25–27). Por lo tanto, Jesús sabía el momento. Ahora había llegado la hora. Jesús fue arrestado en el huerto de Getsemaní, llevado ante Anás, luego ante el sumo sacerdote Caifás, y dos veces ante Pilato.

Pilato era importante en todo este supuesto juicio. Esto quedaría así registrado en Roma como testimonio de la existencia y vida de Jesús, y como el crucificado de acuerdo con las costumbres romanas.

¿Cómo se relaciona el veredicto de Pilato con el tema del Evangelio de Juan? (Juan 18:38; 19:4–22)

Jesús fue llevado ante Pilato el viernes por la mañana, temprano (Juan 18:28). El plan de los conspiradores era enviar rápidamente al prisionero a la cruz. Esto era inspirado por Satanás, para que no hubiera ninguna evidencia del cumplimiento profético del Mesías. Pero no le resultó, porque Jesús fue llevado al representante romano. Se demoró el proceso y todo se desenmascaró. Pilato fue claro: por tres veces dijo: “Ningún mal hallo en este hombre”. Pero el comportamiento de Jesús llamó la atención de Pilato. El gobernador interrogó atentamente a Jesús y escuchó de sus labios: “ ‘Yo para esto he nacido, para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad oye mi voz’ ” (Juan 18:37).

El testimonio de Jesús

Estamos hablando de cómo dieron testimonio de Jesús muchas personas, pero el máximo testimonio es el de Jesús mismo, como se puede ver aquí: “He venido al mundo para dar testimonio de la verdad”. Y declaró que una evidencia de que alguien es participante de esta verdad es que la recibe estudiando su Palabra, “oyendo su voz”, y no anda diciendo que no hace falta el estudio de esta para salvarse, ni dice “es teoría de conspiración” o “es alarmismo” o “está torciéndola”, tratando así de desanimar de lo único que salvará.

¿Qué es la verdad?

La verdad es Dios mismo (Jeremías 10:10), porque Dios conoce el pasado, presente y futuro, que es toda la verdad. Él es la verdad absoluta, porque no necesita descubrir nada, sino que lo sabe todo por su existencia eterna. Jesús es la verdad porque trae todo ese conocimiento del Padre (Juan 14:6), y su ley es la verdad porque es la expresión de la enseñanza de Dios. Según la causa y el efecto, lo que pide en su ley se cumple en la realidad. La verdad es también su Palabra (Juan 17:17), porque en ella se encuentra la verdad absoluta del pasado, presente y futuro (Apocalipsis 1:19). Cada vez que los hombres dicen haber descubierto algo, la Biblia ya lo decía. En esta Palabra se declara el tiempo en que vivimos y lo que pasará. Anunciar esto es anunciar la verdad.

Según las profecías de este libro, hoy estamos en la hora del juicio y el anticristo debe ser juzgado por la apostasía del pasado con sus aliados (Babilonia). Este es el mensaje de los tres ángeles (Apocalipsis 14:6–12). El no predicar este evangelio es no predicar la verdad. Es no testificar de Cristo. Hablar de otros temas de la Biblia, aunque son verdad, no es la verdad presente. No es lo que debemos anunciar ahora.

Cómo predicó Jesús la verdad

Jesús predicó a Nicodemo lo que iba a suceder en sus días (Juan 3:14–16). Su verdad presente (1 Pedro 1:12). Le dijo que sería crucificado. A la samaritana le dijo que tenía la palabra sin mezcla de tradiciones, el agua pura (Juan 4). A los discípulos les dijo que les derramaría el Espíritu Santo (Juan 14) y a los judíos y a sus discípulos les dijo que resucitaría al tercer día: “Destruyan este templo y en tres días lo construiré” (Juan 2:19).

Así mismo, en el tiempo de la Reforma, mientras Jesús estaba en el Lugar Santo intercediendo con sus méritos por la humanidad, se anunció la mediación de Cristo y no la misa. Así mismo, ahora Jesús está ya en el Lugar Santísimo y está haciendo expiación desde 1844 por nuestros pecados. Por lo tanto, debemos anunciar esa verdad que nos toca: la hora del juicio y el fin de la gracia, para esperar su venida, denunciando a Babilonia y a la bestia y su imagen con su marca (Apocalipsis 14:6–12).

Cómo testificamos hoy nosotros

Como la Palabra es verdad (Juan 17:17) y la Palabra es el evangelio (Efesios 1:13), y este evangelio es el del tercer ángel, y Jesús dijo que este testificaría de Él (Mateo 24:14), hemos de testificar de Cristo como lo hicieron los mencionados, dando el evangelio. Al predicar los tres ángeles, estamos predicando la verdad. Esto es testificar de Él.

Solo por esto somos llamados la iglesia verdadera, porque estamos anunciando la verdad o testificando de la verdad. Otra cosa no nos hace verdaderos. Todas las iglesias dicen tener la verdad, pero eso es falso. Solo quienes anuncian la obra que Jesús está haciendo ahora, esos son los verdaderos. Cuando terminemos de decir esto rápidamente, la gente hará su decisión de salvación y el Reino de gloria, que ya está esperando, se implantará. No tenemos otra cosa que hacer.

Aunque el gobernador condenó finalmente a Jesús a muerte, proclamó tres veces su inocencia (Juan 18:38; 19:4, 6). Y sobre la cruz escribió las palabras: “Jesús Nazareno, Rey de los judíos” (Juan 19:19), completando su testimonio acerca de quién era Jesús.

Sin embargo, a pesar de su testimonio en favor de la inocencia de Cristo, lo condenó a muerte. Así hoy, muchos dicen: “sí, es verdad el mensaje de los tres ángeles”, pero: “¿acaso debemos predicarlo todos los sábados?”. Saben lo que es verdad, pero no quieren hacerlo. La cobardía de Pilato se vuelve a repetir. Estos serán condenados como lo fue él.

El terrible y mortal error de Pilato

Pilato tenía ante sí a la Verdad misma y, sin embargo, dejó que los dirigentes, que dirigían a la turba, lo intimidaran, y por eso condenó a muerte a Jesús. ¡Qué trágico ejemplo de lo que significa no seguir los dictados de la conciencia acerca de lo que es correcto! Sabiendo, obviamente, que los dictados de la conciencia están dirigidos por la verdad profética. En este caso, los tres ángeles.

¿Qué podemos aprender del ejemplo de Pilato sobre los peligros de permitir que el sentimiento popular, la presión grupal, el gobierno, la iglesia o la forma de la organización nos impidan hacer lo que creemos correcto, es decir, anunciar los tres ángeles y ninguna otra cosa?

Jueves, noviembre 14
Nuestro testimonio en favor de Jesús

¿Pecado ?Imagina lo que significó ser testigo presencial de los milagros de Jesús. De haber estado allí, estaríamos entre quienes creyeron, ¿verdad? Sin embargo, nuestras razones para creer en Jesús son mayores que las de quienes presenciaron sus milagros.
¿Por qué? ¿Con qué cosas contamos hoy que no tenían quienes vivieron en la época de Jesús y que deberían ayudarnos a creer? El mensaje que tenemos hoy lleva más poder que entonces. La lluvia tardía es más poderosa, ya que la verdad terminará con una mayor manifestación de poder creciente para esta hora. Por eso, los temas de esta verdad presente del tercer ángel, como:

Ver, por ejemplo, Mateo 24:2, 6 al 8 y 14; Daniel y el Apocalipsis denunciando la gran apostasía (2 Tes. 2:3), y que el mundo continúa siendo un lugar caído y malvado por la bestia y su imagen (Mat. 24:6-8).

Como vemos, hoy no es por los dichos de Natanael, Nicodemo, la mujer de Samaria o las enseñanzas de los fariseos que podemos conocer a Jesús como el Mesías. Cada uno de nosotros, aprendiendo las verdades para la hora presente, podemos testificar de Jesús. Es un gran privilegio tener mensajeros que aún predican Daniel y el Apocalipsis para salvarnos.


Viernes, noviembre 15
Para estudiar y meditar

Lee en Patriarcas y profetas, de Elena de White, el capítulo “La prueba de la fe” (pp. 125-134); y en El Deseado de todas las gentes, de la misma autora, el capítulo “En el tribunal de Pilato” (pp. 685-702).

“Entonces Tomás exclamó: ‘¡Señor mío y Dios mío!’ ” (Juan 20:28).
“Jesús aceptó este reconocimiento, pero reprendió suavemente su incredulidad: ‘Porque me has visto, Tomás, creíste. Bienaventurados los que no vieron y creyeron’. La fe de Tomás habría sido más grata a Cristo si hubiese estado dispuesto a creer por el testimonio de sus hermanos. Si el mundo siguiese ahora el ejemplo de Tomás, nadie creería en la salvación; porque todos los que reciben a Cristo deben hacerlo por el testimonio de otros.

Hombres y mujeres esclarecidos por el Espíritu de Dios y santificados por la verdad proclaman sucesivamente los tres mensajes… Estos hombres siguieron paso a paso el cumplimiento de las profecías, de modo que los que no han tenido una experiencia personal en esta obra deben aceptar la Palabra de Dios y creer ‘en la palabra de ellos’, de los que han sido conducidos por el Señor en la proclamación de los mensajes del primero, del segundo y del tercer ángel. Estos mensajes, cuando se los recibe y se obra de acuerdo con ellos, llevan a cabo su obra de preparar a un pueblo que permanezca en pie en el gran día de Dios. Si investigamos las Escrituras para confirmar la verdad que Dios ha dado a sus siervos para el mundo, llegaremos a proclamar los mensajes del primero, del segundo y del tercer ángel.” (2MS, p. 127).

“El primer mensaje y el segundo se dieron en 1843 y 1844, y ahora estamos bajo la proclamación del tercero; pero aun ahora hay que seguir proclamando los tres mensajes. Ahora es tan esencial como en cualquier tiempo pasado que se los repita a los que están buscando la verdad. Debemos hacer resonar su proclamación mediante la pluma y la voz; debemos mostrar su secuencia y la aplicación de las profecías que nos conducen al mensaje del tercer ángel. No puede haber un tercer mensaje sin un primero y un segundo. Debemos proclamar al mundo estos mensajes mediante publicaciones y conferencias que muestren en el ámbito profético las cosas que han sido y las que serán.” (2MS, p. 120).

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