Sábado, 17 de mayo
En los Salmos: Primera parte
Lectura para el estudio de esta semana:
Hebreos 9:11-15; Salmo 122; Salmo 15; Salmo 24; Éxodo 33:18-23; Salmo 5; Salmo 51:7-15.
Texto para memorizar:
«Entonces miré y vi al Cordero de pie sobre el monte Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil que tenían el nombre del Cordero y el nombre de su Padre escrito en sus frentes» (Apoc. 14:1).
Como adventistas del séptimo día, estamos acostumbrados a buscar en el Antiguo Testamento los símbolos del Apocalipsis para entender qué representan. Una fuente particularmente provechosa es el libro de los Salmos.
Una lectura atenta de los Salmos aporta detalles que enriquecen el libro de Apocalipsis, especialmente el capítulo 14, donde se describe la obra final de la iglesia remanente de Dios en la Tierra. Al pueblo de Dios de los últimos días se le ha encomendado la misma misión que al antiguo Israel: ser luz para las naciones y presentar el último llamado misericordioso a todos los pueblos para que adoren y obedezcan a su Creador.
Domingo, 18 de mayo
Nuestro Sumo Sacerdote
Cuando Moisés supervisó la construcción del Tabernáculo, no se le permitió utilizar cualquier diseño, sino que debía seguir el modelo que Dios le mostró:
«Y cuida de hacer todo conforme al modelo que te ha sido mostrado en el monte» (Éxo. 25:40).
El libro de Apocalipsis abunda en imágenes del Santuario. Podemos aprender mucho a partir de los detalles del Templo.
A decir verdad, el Apocalipsis es una explicación completa de todo el plan de salvación. Primero, se ve a Jesús en el templo del cielo, entre los candeleros del Lugar Santo (Apoc. 1:13,14). Esta es la primera profecía con su interpretación: las siete iglesias que abarcan la historia de la iglesia desde sus inicios hasta el juicio (Apoc. 2 y 3), como una introducción a los eventos relacionados con el final de la obra en el Santuario celestial (Apoc. 4).
No olvidemos que Cristo vino a cumplir con la primera parte del servicio del Santuario:
- Como sacrificio (1 Cor. 5:7),
- Primicia (1 Cor. 15:20),
- Anunció el pan o palabra de Dios sin tradiciones ni levadura (Lc. 24:42-44),
- Y dio la promesa del Espíritu Santo en Pentecostés (Jn. 16:13).
Así cumplió las cuatro primeras celebraciones del sacrificio y el holocausto diario. Ahora su obra continúa en el cielo (Heb. 7:25), hasta 1844, cuando se da inicio a la expiación final con las últimas tres solemnidades que marcan el cumplimiento del libro de Apocalipsis (Dan. 8:14; Mal. 3:1-3).
Al concluir las siete iglesias, Jesús entra ante el trono de Dios para iniciar el juicio, mostrando que seguirá intercediendo en favor de su pueblo (Apoc. 4 y 5). Luego, revela a sus seguidores el desarrollo del juicio y cómo serán juzgados los moradores de la Tierra y por qué (Apoc. 6).
Los juicios de Dios se muestran como resultado de las acciones malignas de los hombres (Apoc. 6:15-17), y se revelan los poderes que habrán llevado al mundo al mal: el dragón, la bestia y el falso profeta (Apoc. 12 y 13), así como las alianzas políticas y religiosas finales de los gobernantes (Apoc. 16:13-14; 17:12-14), motivadas por la ambición de los magnates y sus riquezas.
Con esto se cierra la historia del mundo (Apoc. 18:1-4), y se ve a Jesús saliendo del Santuario celestial en su segunda venida para bendecir a su pueblo (Apoc. 19) y destruir al macho cabrío Azazel, llevando a su pueblo a celebrar la fiesta de las cabañas por mil años (Apoc. 7:9).
Luego, Jesús viene a destruir por completo el pecado y a los pecadores, purificando la Tierra por completo y echando el mal en las cenizas como el restante del sacrificio. Así termina la gran obra del Santuario celestial.
Esta es toda la obra de Cristo en el Santuario, como se realizaba en el pasado durante todo el año:
- Se ofrecía el sacrificio y el holocausto diario como símbolo de intercesión, como Jesús lo hizo por 1813 años.
- Luego llegaba el día de la expiación al final del año, donde se llevaba a cabo el juicio de investigación del pueblo (Lev. 23:26-29), algo que Jesús inició a partir de 1844.
Después de esto, el sumo sacerdote hacía la expiación quemando el sebo, como Jesús quemará lo malo en su segunda venida (2 Ped. 3:7). Echaba al macho cabrío al desierto, como Satanás será echado mil años al desierto de la Tierra. Finalmente, el sobrante del animal del sacrificio era echado en el lugar de las cenizas. Así también serán echados Satanás y sus seguidores en el lago de fuego, y toda obra humana será consumida como en un horno (Mal. 4:1), concluyendo la obra del Santuario celestial.
Así, habrá purificado a su pueblo.
Lunes, 19 de mayo
En el monte Sion
En Apocalipsis 14 encontramos al pueblo de Dios de pie sobre el monte Sion.
El monte es un símbolo de la iglesia (Isaías 2:2,3). El monte de Sion en Apocalipsis 14 es la iglesia del cielo, donde estarán victoriosos los 144,000. Estos habrán salido vencedores gracias a aceptar llevar el nombre de Jesús y de su Padre en la frente. El nombre representa su evangelio en el caso de Jesús (Mateo 18:20) y la Ley en el caso del Padre (Éxodo 33:19; Romanos 7:12).
Estos dos elementos se obtienen gracias al mensaje de los tres ángeles, que son símbolo de la sangre de Cristo. Por eso, el resultado de oír estos mensajes y obedecerlos es un pueblo con el sello de Dios y de Cristo en sus frentes; es decir, guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús (Apoc. 14:12). Gracias a esto, ellos han alcanzado la victoria sobre la bestia, su imagen y su marca. Esta victoria es a la que alude el salmista cuando pregunta: “¿Quién estará en el monte santo del Señor?” Todo esto lo logran gracias al Cordero; el pueblo de Dios está victorioso en el Monte Santo.
Lee los Salmos 15 y 24, donde David hace una pregunta de suma importancia: «¿Quién residirá en tu santo monte?» Compara su respuesta con la descripción que hace Apocalipsis 14:1-5 del pueblo de Dios que está en Sion.
Los mencionados en los salmos han aprendido a no hablar mal de su prójimo, ni calumniar, ni oír contra él. Defienden la causa de los oprimidos y, al hacer esto, no caen jamás. No tienen engaño ni mentira en su boca, porque están llenos de la verdad de Dios. Al comunicar lo que está escrito, no mienten. Esa es su victoria.
De los 144,000 se dice lo mismo: “En sus bocas no ha sido hallado engaño.” No mentir significa que hablan solo la verdad, y la verdad es la Palabra de Dios (Juan 17:17). Los que están llenos del mensaje del tercer ángel y lo anuncian, están hablando solo la verdad y viven de esa verdad. Al hacerlo, en sus bocas no se halla engaño (Apoc. 14:5). Son sin mácula, no por sí mismos, sino por la verdad del tercer ángel que está en sus corazones. “De la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34). Así llegan a guardar los mandamientos de Dios y la fe de Jesús, el nombre del Padre y del Hijo (Apoc. 14:12).
Pedro menciona las mismas palabras de David: “Haciendo estas cosas no caeréis jamás” (2 Pedro 1:10,11). Pero él nos dice que esto se logra cuando nos llenamos de las grandes y preciosas promesas de Dios a través de su Palabra, por medio de Jesús (2 Pedro 1:3-9).
De modo que por nosotros mismos es imposible lograrlo, pero por medio del mensaje de los tres ángeles se ve a un grupo que lo logra, alcanzando el reposo en Cristo, contrario a los que adoran a la bestia y su imagen y reciben su marca (Apoc. 14:9-12), quienes no tienen el reposo de Cristo de día ni de noche.
La sangre de la purificación y la obra del Sumo Sacerdote se presentan en el centro mismo del libro de Apocalipsis, en el capítulo 14. El triple mensaje purificará al pueblo de Dios y a quienes lo acepten. Este es el momento del juicio en el Lugar Santísimo del Santuario (Apoc. 14:6-12). Allí se ve el perdón de Dios y la santificación por Jesucristo (Apoc. 14:12).
Martes, 20 de mayo
La ley en nuestros corazones
El remanente reunido en Sion tiene un nombre escrito en la frente: el del Padre y del Cordero. Como ya vimos, cada uno es identificado con su nombre:
- La Ley
- El Evangelio
Los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Los fieles guardan todos los mandamientos de Dios por la fe en Jesús. El hombre solo será salvo por obedecer la Ley, eso está fuera de toda duda (Mateo 19:17-24; Lucas 10:25,26). Pero para obedecer esa Ley es necesario el único poder que hace posible la salvación u obediencia a la Ley de Dios: el Evangelio (Romanos 1:16).
En este Evangelio se prometen dos cosas por medio de la fe:
- El perdón de pecados
- Participación en la santificación (Hechos 26:18)
Por el perdón somos puestos en armonía con la Ley, y por la santificación se nos mantiene en armonía con la Ley, mientras vamos obedeciendo y perfeccionando nuestros caracteres.
Si cometiéramos errores, la santificación nos promete que tenemos abogado ante el Padre: a Jesucristo, el justo (1 Juan 2:1). Así, gracias a estos beneficios del Evangelio, logramos la obediencia perfecta a la Ley de Dios.
Si somos salvos por la fe y no por la Ley, ¿cuál es entonces la importancia de la Ley de Dios? (Ver 1 Juan 5:3).
La fe es el Evangelio por el cual somos salvos. La Ley nos indica cuál es el nivel de salvación: obedecerla perfectamente. Sin la Ley, el Evangelio no tendría ninguna importancia. El Evangelio es necesario solo por la Ley.
Sin la Ley, el pecado no existe: está muerto (Romanos 7:8). Pero cuando hay pecado, hay necesidad de salvación, es decir, del Evangelio. El Evangelio tiene que lograr que la Ley ya no condene al hombre; es decir, tiene que presentarlo perfecto delante de la Ley, para que esta apruebe su entrada en el Reino de la vida eterna.
Por eso, el fin del Evangelio es la obediencia perfecta a la Ley.
Miércoles, 21 de mayo
Salmo 5
Lee el Salmo 5, donde David traza agudos contrastes entre los perdidos y quienes han sido redimidos. Compara el contenido de este salmo con el lenguaje de Apocalipsis 14:1 al 12.
Nota que David insiste en que el mal «no habitará» con Dios (Sal. 5:4) y declara quiénes son los malos. Los que hablan el engaño no anuncian el mensaje triple angelical, que es el mensaje de la verdad. Nos llama la atención a la hora del juicio porque no aman la Ley y, por lo tanto, no adoran a Dios. No se separan de las prácticas abominables de Babilonia (idolatría, diversiones, mundanalidad y beneficios materiales del mundo). No hablarán de la bestia y su imagen porque no pueden atacarse a sí mismos.
Han logrado obedecer los mandamientos de Dios temiéndole, amándole, dándole gloria con frutos de justicia y habiendo participado en el juicio de los libros del cielo para obedecer la Ley y adorar al Creador, renunciando a Babilonia. Todo esto los libró de la bestia y su imagen. Terminaron, como ya vimos, perdonados y santificados por seguir el evangelio.
Cuando el nombre de Dios ha sido escrito en el corazón, es difícil permanecer en silencio. El pueblo de Dios hace un último ofrecimiento de misericordia a «gran voz» (Apoc. 14:7).
Si alguno adora a la bestia y su imagen, y recibe su marca, beberá del vino de la ira de Dios. Ha caído Babilonia. «Salid de ella, pueblo mío» (Apoc. 14:9-12; Apoc. 18:1-4). Los que oigan este mensaje, salgan de en medio de estos poderes y sirvan a Dios serán salvados.
Jueves, 22 de mayo
Enseña a los transgresores tu camino
Como en el caso de Isaías, que reconoció su pecado frente al trono de Dios y luego fue purificado y capacitado para anunciar la verdad, ¿no ocurre lo mismo con nosotros? ¿Cómo podemos proclamar la salvación a otros si nosotros mismos no la hemos experimentado? La salvación puede ser nuestra por la fe en Jesús y por lo que Él ha hecho por nosotros.
Este conocimiento nos permite anunciar esta verdad. Mientras vamos siendo purificados más y más por medio del evangelio, vamos también anunciando a otros lo que Cristo ha hecho y sigue haciendo por nosotros cada día. Invitamos a otros a obedecer la Ley de Dios con la ayuda del evangelio. Ponemos así en manos de la gente la Biblia, con la cual obedecerán la Ley y serán salvos, ya que en ella se habla de Jesús y de cómo nos perdona y santifica para obedecer su Ley y ser salvos.
Ser llamado por Dios a su presencia es ser enviado al mundo con una misión. En su sabiduría, Dios ha enviado a sus hijos para predicar el evangelio final al mundo (Apoc. 18:1).
«Tan pronto como uno acude a Cristo, nace en el corazón un vivo deseo de dar a conocer a los demás cuán precioso amigo ha encontrado en el Señor Jesús».
—Elena G. de White, El camino a Cristo, pp. 115, 116.
Los mensajes de los tres ángeles de Apocalipsis 14 se basan en el «evangelio eterno» (Apoc. 14:6). Fuera del «evangelio eterno», realmente no tenemos nada de valor que decir al mundo.
Medita en qué es el evangelio eterno:
1 Manuscritos Inéditos 60:
Todo el evangelio está incluido en el mensaje del tercer ángel.
MTA 1893, p. 103:
¿En qué consiste? “Cristo en vosotros, esperanza de gloria.” Es el evangelio eterno, el mensaje del tercer ángel. Dios ha dispuesto que el mensaje del tercer ángel, el misterio de Dios, triunfe sobre el misterio de iniquidad.
MM 215:
Debemos ser voceros del mensaje del tercer ángel que vuela en medio del cielo con el evangelio eterno para proclamarlo al mundo. Debemos levantar en alto la bandera en la cual está inscrito: “Los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”.
Testimonies for the Church 8:118 (1904), EUD 205:
Como está predicho en el capítulo 18 de Apocalipsis, el mensaje del tercer ángel ha de ser proclamado con gran poder por aquellos que den la advertencia final contra la bestia y su imagen.
Viernes, 23 de mayo
Para estudiar y meditar
«Los salmos de David pasan por toda la gama de la experiencia humana, desde las profundidades del sentimiento de culpabilidad y condenación de sí, hasta la fe más sublime y la más exaltada comunión con Dios.»